En la primera entrada de blog para este 2025, el equipo de APILAM queremos expresar unos de nuestros mayores deseos para este 2025: el fin de las guerras en el mundo.
A pesar de que en los noticiarios seguimos de cerca y con cierta estupefacción conflictos como el perpetuado por Rusia sobre Ucrania, las guerras civiles de Sudán o el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino, actualmente, en nuestro planeta, existen unas 56 guerras activas.
La guerra, los conflictos armados, generan daño a la salud, de manera directa o indirecta. Por ello, podemos entender la guerra como un determinante estructural de salud. La guerra, además, genera desigualdades y situaciones de extrema vulnerabilidad. Los conflictos armados, con los juegos de magnates a su antojo y que la población desconoce qué pretende, generan, en todas las ocasiones: falta de suministros como agua, combustibles o electricidad; afectación de infraestructuras imprescindibles como hospitales o escuelas; debilitamiento, por lo tanto, del sistema sanitario y sistema educacional. Ello genera y supone para toda la población, de manera directa: una infinidad de sufrimiento físico, emocional, psicológico; hacinamiento que, además, deriva en enfermedades infecciosas; hambruna, malnutrición y deshidratación, entre otros aspectos.
Uno de los grupos poblacionales más afectados y con mayores consecuencias en su salud son mujeres y criaturas. Además, la guerra se asocia a disminución de la prevalencia y duración de la lactancia materna y aumento de uso de fórmula artificial, lo que implica graves riesgos para la salud infantil. A todo lo expuesto anteriormente sobre la situación de vivencia de guerra para una criatura (falta de suministros, de higiene, hacinamiento…) hay que sumar el aumento de este uso de fórmula artificial. Esto deriva en que los lactantes en situaciones de catástrofe o conflictos armados alimentados con fórmulas artificiales tienen una alta mortalidad.
Por ello, se considera que la lactancia materna es la forma más eficaz de alimentar, también, en estas situaciones, incluso si el estado nutricional de las madres se ve afectado. Limitar la distribución de fórmulas artificiales por parte las agencias de ayuda internacional, evitaría un aumento de la desnutrición deliberada derivada de esta distribución. Así, parece clave no aceptar donaciones de fórmula artificial, biberones o tetinas en situaciones de emergencia sin que estén controlados el suministro, el almacenamiento, la preparación y la administración. Estas “ayudas” deberían reservarse exclusivamente para lactantes que no pueden ser amamantados.
En estas situaciones proponemos una serie de recomendaciones que puede ayudar:
– Protección del derecho a la lactancia materna.
– La inclusión de la protección, promoción y apoyo a la lactancia materna en los planes de preparación sobre emergencias.
– La inclusión de la protección, promoción y apoyo a la lactancia materna en los planes formativos de los profesionales sanitarios y no sanitarios.
– La inclusión de especialistas en lactancia materna en los protocolos de emergencia.
Y, por supuesto, la principal recomendación: ¡EL FIN DE TODOS LOS CONFLICTOS ARMADOS!
Recomendamos leer la entrada completa con esta temática: https://e-lactancia.org/breastfeeding/war/product/
Una respuesta
Ojalá pudiéramos ver el final de todas las guerras durante este año . La crueldad qué implica vivir estás situaciones debe ser lo más triste que se pueda vivir en esta vida y también en la alimentación de tu propio hija o hijo