Artículo de Desirée Mena Tudela, miembro de APILAM.
La Socióloga Esther Pineda nombró, por primera vez, el término violencia estética en un artículo de opinión del año 2012, calificándola como un tipo de violencia psicológica que tiene importantes consecuencias físicas, psicológicas y emocionales en las mujeres. Desde entonces, este concepto ha ido madurando hasta lograr una definición aceptada globalmente. De este modo, se entiende que la violencia estética hace referencia a la presión, discriminación o imposición de determinados estándares de belleza culturalmente idealizados. Esta presión para alcanzar dichos estándares, puede provocar una obsesión con el objetivo de conseguir esta normatividad impuesta y provocar efectos negativos a niveles físicos, pero también afectan a la autoestima y la autoimagen, repercutiendo en la salud mental de las mujeres pudiendo desencadenar en importantes trastornos de alimentación, ansiedad, depresión, que suponen importantes desafíos emocionales y psicológicos para las mujeres.
Pineda destaca que este tipo de violencia puede manifestarse a través de comentarios, expectativas, anuncios, redes sociales, etc., generando inquietudes, malestares, inseguridad o ansiedad con la apariencia física de una mujer. Las prácticas que, generalmente, se llevan a cabo para cumplir con estos cánones y estereotipos de belleza culturalmente aceptados, abarcan desde la restricción alimentaria, el deporte extenuante hasta las intervenciones quirúrgicas. Pero, en mi opinión, el intento de modificación de la apariencia del cuerpo de una mujer pasa también por el uso de ciertas prendas de ropa y el uso de la vergüenza como herramienta. Podríamos considerar que, dentro de la violencia estética, la vergüenza generada está entrelazada con aquella vergüenza de género que Sara Cohen Shabot describió, con la evidente consecuencia de ahondar en cimientos más profundos que hacen que, las mujeres, nos tambaleemos.
¿Y qué relación tiene y cuáles son las consecuencias de la violencia estética sobre la lactancia materna? Pues bien, la violencia estética propone una normatividad para nuestros pechos. Esta normatividad pasa por que los senos tengan una apariencia y forma muy determinada. Además, dentro de esta, se pretende que la disposición tanto de la areola como del pezón, así como su forma y color se encuentren pre-establecidos en el imaginario social y, sin ningún, lugar a duda, libres de todo posible vello o pelo. Además, podemos añadir a esta reflexión, la connotación profundamente sexualizada que, en muchísimas culturas, se tiene sobre los pechos de las mujeres; muy ligada e interpretada también en la aberrante industria del porno.
Este cóctel descrito hace que las mujeres puedan vivir su lactancia materna con mucha preocupación. Así, si no se cumplen estos cánones establecidos, las mujeres que ofrecen lactancia materna a su criatura, pueden experimentar, entre muchas otras cosas, una fuerte falta de confianza en la capacidad de sus mamas en relación no únicamente a la cantidad, sino también, a la calidad de su leche. También una profunda vergüenza al exponer su cuerpo con la intención de amamantar.
Además, esta violencia estética puede afectar a la percepción que tiene las mujeres sobre su cuerpo y llevar a que, estas mujeres, estén profundamente preocupadas por los cambios significativos que experimenta el cuerpo en general y sus pechos en particular durante el embarazo y la lactancia materna. Estas ansiedades e inseguridades experimentadas asociadas a los cambios físicos pueden generar una importante tensión emocional, generando estrés o ansiedad y necesitando rabiosamente la recuperación de la figura pre-embarazo. Efectivamente, vivir esta situación puede afectar a la experiencia, el deseo y la práctica de la lactancia materna.
En este sentido, parece importante abordar esta violencia estética desde un punto de vista integral: social, educativo, informativo, etc., con la intención de promover la aceptación de la diversidad de los cuerpos existentes, con la intención de aceptar la diversidad anatómica de pechos. Pero también podemos ofrecer una importante red que brinde apoyo emocional y psicológico a las mujeres, apoyo a las madres lactantes, ofreciendo información sobre la lactancia materna, promoviendo la auto-aceptación, desafiando los estándares encorsetados de la belleza y, por supuesto, luchando contra el acoso y la discriminación.
Sigamos movilizándonos cada 25 de Noviembre para seguir luchando y gritando que #Seacabó
Desirée Mena Tudela
Doctora en Ciencias de la Salud
Profesora de Enfermería Universitat Jaume I (UJI), España
Miembro de APILAM